lunes, abril 25, 2011

Con hambre de vida.

Las sirenas de las patrullas y ambulancias suenan incesantemente afuera, no hay un solo día en que nos den tregua, todo el día, todos los días y a todas horas retumba su sonido en nuestros oídos, ahora escucharlas es tan natural como escuchar el canto de los pájaros en primavera, como el sonido de las olas rompiendo en la orilla del mar o el sonido del viento silbando fuera de nuestras casas en Marzo; la muerte diariamente nos da los buenos días, ya sea sonriendo en la televisión, o nos despierta con el estruendo de una explosión causada por una granada, con las detonaciones de armas disparando, rompiendo el silencio y creando uno más profundo, uno que solo es quebrantado nuevamente por el  retumbar de las sirenas, y el ciclo se repite infinitamente aquí y allá, el resultado siempre es el mismo y su palabra se esparce como un fuego implacable, es su pincel de balas el que tiñe el asfalto de rojo un día sí y el otro también; son sus armas cada vez más variadas y diversas las que alcanzan tanto a civiles, como a los soldados de ambos bandos; son estos soldados del bando contrario seres sin rostro y sin alma, dedicados a enlistarte en sus filas a la mala o como un animal acabar contigo sin vacilar, en automático, ya sin siquiera parpadear; es esta casualidad más y más cercana a tu ser que seguro has visto sus estragos y sin asombro te alegras de no ser tú el que yace ahí en el noticiero, el periódico o en la acera, sin vida, un caído más, sin rostro; innumerables son las victimas que día a día son solo parte de la estadística y no llevan a nada más que agravar la situación que se vive, a fracturar la inocencia de la juventud que crece con la cotidianidad de la muerte que nos rodea haciendo el circulo cada vez más angosto y cercano a nosotros; aunque se sabe que ella no ganara un Oscar ni mucho menos algún tipo de premio, la muerte es la nueva estrella; aunque le respondas -púdrete – mientras la abrazas con desgano y con una falsa sonrisa, ya que se ha convertido en algo tan familiar y ya forma parte de la vida que llevas diariamente, pues le da el equilibrio a la misma de cierta forma, y es tan natural escuchar su nombre aquí y allá, y ya solo se puede más que asimilarla y continuar con las actividades, ignorándola lo más posible; esperándola  y no día a día, que no venga a ti o a los tuyos a darles las buenas noches, los abrace en su manto y que al oído les susurre ven conmigo, porque sabes que no puedas negarle la invitación, una vez que has sido llamado, el telón baja, la obra termina y no hay vuelta atrás.

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