martes, enero 18, 2011

No basta que lo sepas.

Cuando fue la última vez que experimentaste algo que te robo el aliento, que te sacudió y te estremeció, te dibujo una sonrisa y olvidaste completamente todo lo que te aqueja, el mundo se volvió ese punto ínfimo que ocupa en el universo y simplemente pudiste omitirlo de la ecuación al poder apreciar el cuadro completo; todo lo que te nubla la visión y lo que te impide a veces decir y creer que estas aquí por algo que bien o mal, sea destino o libre albedrio, o como tu bagaje, idiosincrasia o sabrá Dios como quieras llamarlo; en un instante desapareció, y fuiste libre de experimentar, valga la redundancia, dicha experiencia; ya sea por la conciencia que te ayuda a desentrañar los aspectos que marcan un momento fundamental; retomando el hilo del pensamiento inicial podrías cuestionarte cuál es el momento en el que más vivo te has sentido; cierra los ojos, intenta repasar cada aspecto y cada detalle, transpórtate en esa máquina del tiempo de tu mente hacia ese preciso instante, justo ahí cuando empiezan a venir a tu mente los fragmentos que lo conforman, si pudieras pausar el tiempo, exteriorízate de tu cuerpo y míralo con ojos ajenos, como si de un científico te tratases y acabaras de descubrir una nueva especie, te maravillarías con el regalo de la vida; ahora regresa a él e intenta sentir cada fibra de tu ser como si nunca lo hubieras hecho antes, como la vez primera, siente cada centímetro de tu piel al contacto con el ambiente y cómo reacciona instantáneamente al más leve roce, siente tus músculos como se tensan y conforman toda la extensión de tu cuerpo, como cada respiración llena con todo tipo de partículas, átomos y moléculas esa mezcla perfecta que conforma el vital aire que llega hasta los más recónditos espacios de tus pulmones, nutre tus células y hace girar los engranes de la maquinaria que conformas; siente el rítmico galopar del corazón, escucharlo golpeando incesantemente desde el interior de tu pecho y como retumba una y otra vez un millón de veces sin vacilar; mírate desde afuera como sonríes cuando te percatas que no solo puedes recordarlo todo, sino inclusive puedes recordar hasta un aroma de un magnifico perfume, casi pudiendo escuchar el eco de su risa resonando en tu interior, revivir el sentimiento de bienestar que te recorre y te impregna el cuerpo, así como también sentir la melancolía de ese momento o la inherente necesidad de volver a experimentar una sensación similar, tan intensa, tan excitante, tan llena de adrenalina, tan gratificante, y tan peligrosamente adictiva; como fue el instante justo después de ese momento de gloria, no sentiste que algo en ti ya no era igual, no sentiste como si de pronto tu ser creciera de golpe, como si una luz alumbrara un camino nuevo y te permitiera comprender el universo un tanto más que antes, pero al mismo tiempo existiera un nuevo hueco, por llamarlo de alguna manera, un vacío en tu ser ávido por ser llenado, como si al haberse expandido el propio ser, nos hubiéramos excedido sin percatarnos y en lugar de satisfacer esa necesidad hubiésemos creado otra en su lugar, un poco más grande, un tanto más intensa, así como también más necesitada por ser satisfecha; es verdad que nuestro ser abarca un nivel superior del universo, creándose en si más experiencia, mas coraje, más fuerza y un espíritu más tenaz y maduro pero a la vez al ser más consciente de su entorno y de las muchísimas cosas que lo rodean, las cuales no era del todo capaz de discernir; ahora es como un ciego cuya imaginación le genero un mundo fantástico y sublime y al recibir el sentido de la vista se condena a la decepción de lo real, de lo que hay; si bien es capaz de percibir más lo tangible, satisfacer sus necesidades y desechar las intrascendentales gracias a ese elixir catártico, también se han creado más dudas que respuestas, y se han develado un nuevo sendero por el cual la búsqueda debe continuar, conquistándose a sí mismo en cada obstáculo y llenándose, vaciándose y saciando cada necesidad y deseo uno a la vez.

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