Mi domicilio exacto son los sueños

Ya nadie pregona ni presume sus sueños, esos verdaderos, con esencia y propósito, no los de esta sociedad desgastada que persigue fama y dinero y presume un estatus hueco y sin sentido; tampoco graba los sueños en su pecho como a un árbol dos novios entrelazan sus nombres, y suscriben dentro de un mismo corazón su destino, no importándoles que el paisaje se transfigure o se rompa, siendo el futuro una incógnita sin caducidad legible, a ellos les basta saber que comparten ese sueño, ese pedacito de utopía y ambos están dispuestos a luchar por el, aunque está manifestación fuera llamada vetusta, ñoña o cursi, mientras sus sueños los abarquen, los llenen y satisfagan, no habrá fuerza que los haga desistir, ni persona o cosa que los pueda dividir.

Hace mucho éramos niños, hace mucho y que importa, los sueños eran asequibles, como atrapar un insecto de entre la maleza del parque, tomarlo de su libertad y hacerlo nuestro, no con el fin de matarlo, sino escudriñarlo y examinarlo dentro de una botella de vidrio, descubriendo por vez primera sus más ínfimos secretos, descubrir hasta su más exquisito detalle, presenciar en primera fila la dinámica de ese ser vivo, estudiarlo y contemplarlo y cuando el momento sea el adecuado, sin egoísmos de ningún tipo librarlo intacto de su cautiverio, no por el hecho de poseer su libertad en nuestras manos, sino para ir más allá, conseguir nuevos y más grandes retos, perseguir nuestros sueños sin importar futuro, sin reticencias ni medias tintas, sin miramientos; no se precisan barricadas, ni murallas o defensas varias contra los sueños, todo debe ser transparente, que permita vislumbrar nuestro fin máximo y último, nuestras metas y sueños, ligeros y seguros en nuestro andar, sin rencores ni remordimientos y con la ferviente convicción de lograrlos; en el camino podemos perder la dirección, el ímpetu, la fuerza, el tiempo y mil cosas más, pero mientras exista ese deseo y esa luz de alcanzar nuestro sueño, nada, absolutamente nada quebrantara nuestra fe y hará que desistamos de conseguirlos.

Seré un soñador incurable, de eso estoy seguro; estaré mal, tal vez haya una ligera posibilidad de no estarlo; algún día dejare de ser como soy, de esto estoy seguro, y sé que siempre seré quién soy, no importando nada, seré lo que mejor puedo ser, lo que me enorgullece y lo que me llena de vida ser, siempre seré yo, y me encontrare exactamente en donde mis sueños sean capaces de llevarme.