La contraperspectiva de un tercero

Hace algunos ayeres, no tantos pero justo los suficientes para que el mundo recuerde ese fragmento del tiempo en el que como un talismán se ve engalanado por una joya, este se haya sentido completo por su llegada, terminado y perfeccionado, ese día mis padres decidieron declararle una guerra disfrazada de tregua al mundo, ellos sin desearlo y el mundo ingenuamente sin notarlo; ambos la aceptaron bajo su cielo, ya que él no sabía lo que en su interior yacía, que en sus calles transitaría ella, que tomaría abrigo bajo su sombra, que de su aire tomaría para vivir, de sus frutos aprovecharía para nutrirse y desarrollarse y de su pasado e historia generaría inteligencia, astucia y pericia, tomaría lo mejor para sí, vaya ser tan complejo, capaz de tanto, tan volátil y extremo, tan paciente y exacto, que un minuto está enamorada del amor y de lo bello del mundo, que irradia alegría y contagia vida; y el siguiente minuto hace que el día se convierta en noche, habla y el mundo calla, permanece en silencio mientras el rencor crece en su interior, y por sólo un segundo existe el miedo en todos los seres vivientes del universo, se ensombrece la tierra, la entropía demuestra su verdadero significado y sus radiantes ojos negros son el menor de tus problemas, poderosa y palpable diosa efímera de hueso y carne, dispuesta a todo por conseguir su fin, implacable y traviesa, furtiva y dócil, el mundo nunca estuvo al tanto de lo que había albergado en sus interior, estando al borde de su destrucción o de su perfección con un sólo revés de ella, paraíso o infierno en sólo un segundo. Tengo la suerte de experimentar de primera mano la explosión y coraje de su accionar y compadezco a quién ose interponerse en su camino sin los suficientes argumentos y el coraje necesario, ya que será implacable y de un golpe te quitara de su camino y te desechara sin piedad.