lunes, agosto 29, 2005

EL CIELO PROMETIDO.

El hombre al tercer día cae en la cuenta que no resucita. Una sonrisa desalentadora reemplaza al insulto. Despaciosamente recorre el lugar y no encuentra signo alguno de vida. Advierte que no es el cielo lo que hay sobre su cabeza, por lo que no hay estrellas para contemplar. Duda por un instante y quiere regresar, por las dudas haya equivocado el camino. Al advertir que no es posible, traza con la imaginación en medio de la nada, lo que parece una ciudad, y se queda a vivir en ella, convencido de haber sido irremediablemente embaucado, en el mismo momento en que fue bautizado.

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